sábado, 22 de noviembre de 2008



Finalmente, el P. Castellani comienza a ser reconocido en España.

Cómo sobrevivir intelectualmente al siglo XXI: Juan Manuel de Prada presenta la obra de Leonardo Castellani

MADRID, miércoles, 18 noviembre 2008 (ZENIT.org ).- Sobrevivir intelectualmente en el siglo XXI se ha convertido en todo un desafío. Para afrontarlo, Juan Manuel de Prada, uno de los escritores españoles más leídos, ofrece un consejo: leer la obra del padre Leonardo Castellani.

Por este motivo, la editorial españolaLibrosLibres acaba de publicar Cómo sobrevivir intelectualmente al siglo XXI, una selección de artículos del sacerdote argentino, realizada por De Prada, prologada y anotada por él mismo.

Los escritos de Castellani han sido agrupados en cinco partes: "Primero política", "Visiones de España", "El canon occidental", "Ortodoxia", "El drama educativo" y "Digamos la verdad".

Esta edición supone un acontecimiento literario en España, donde hasta ahora no había llegado el pensamiento de este autor.

ZENIT ha conversado sobre ello con De Prada, quien en los últimos años ha ido creando expectación en torno a Castellani citándole continuamente en sus muy leídas colaboraciones de prensa.

--¿Por qué se habla del padre Leonardo Castellani como de "el Chesterton de la lengua española"?

--Juan Manuel de Prada: Bueno, creo que si hay en la lengua española un escritor católico que admita parangón con Chesterton este es, sin duda alguna, Castellani. Con esto no quiere decirse que el lector de este libro ! vaya a tropezarse con una especie de imitador o epígono de Chesterton ni nada parecido. Castellani es un escritor de una personalidad única, no imita a nadie ni admite imitaciones: y éste es el primer rasgo del escritor verdadero. Pero, como Chesterton, nos subyuga por el fondo y por la forma. Un apologeta de la fe sin un estilo literario distintivo acaba resultando insufrible, incluso a quienes están convencidos, y no digamos a quienes es preciso convencer. Castellani, al igual que Chesterton, tiene un estilo vibrante, lleno de delicias formales; un estilo que al principio puede resultar difícil al lector desprevenido, pero con el que, una vez degustado, uno desea alimentarse siempre. Si Chesterton es un campeón de la paradoja, Castellani lo es de la ironía y el sarcasmo, en la mejor tradición cervantina. Y su pensamiento, envuelto en ese estilo tan peculiar y sabroso, tiene la capacidad para adentrarse en los grandes asuntos! de su tiempo, y para anticipar los del tiempo que viene; de ahí su profunda actualidad, como ocurre en Chesterton. Ambos, por lo demás, son defensores de la ortodoxia; y su capacidad dialéctica, su vocación polemista, son simplemente irresistibles. Ambos, en fin, son capaces de tratar los asuntos más graves con humor; y los asuntos más leves con gravedad. ¿Qué más puede pedirse?

--¿Cómo es posible que un autor de esta categoría haya permanecido casi en el anonimato fuera de Argentina, e incluso allí no haya recibido una mayor atención?

--Juan Manuel de Prada: Esta pregunta casi podría formularse al revés. ¿Cómo es posible que un autor de esta categoría haya logrado, aunque sólo sea mínimamente, salvar la barrera del olvido? Pues habría que empezar señalando que nunca en la Historia se había consolidado una dictadura ideológico-cultural tan monolítica y protegida por la propaganda como la que padecemos en la actualidad. Chesterton, es cierto, ha logrado sortear esa dictadura gracias a que fue apreciado literariamente por Borges; pero los borgianos que "redescubrieron" a Chesterton ya empiezan a arrepentirse, porque saben que han metido al enemigo en casa. Eso que yo llamo elMatrix progre es una máquina perfectamente engrasada, que exalta a autores mediocres siempre que sean favorables a su hegemonía; y condena al ostracismo a cualquiera que ose infringir su dictadura. Esto ocurre con autores contemporáneos, y también con los que ya murieron. Y, naturalmente, un autor como Castellani, azote de todas las falacias que sostienen los cimientos del Matrix progre, tenía que ser silenciado por los repartidores de bulas que mueven el cotarro cultural; de ello depende su hegemonía. Más triste es que los propios católicos no le hayan prestado una mayor atención. Esto demuestra que el Matrix progre ha logrado confinar a los católicos en un gueto de ostracismo; y que los católicos se han conformado con tan triste destino.

--Da la impresión de que Castellani iba por libre, no se casaba con nadie: aplicaba su fervor apologético lo mismo a la actualidad política, que a los problemas internos de la Iglesia, que a poner en solfa a los grandes santones intelectuales y literarios de nuestro tiempo...

--Juan Manuel de Prada: Esto es una de las mayores delicias de su escritura. Castellani era lo que los franceses llaman un maître à penser, un escritor que no sólo nos deslumbra con sus agudos pensamientos, sino que nos ayuda a pensar. Y ello es porque se trata de un verdadero sabio, y no de uno de esos sabios de pacoti! lla que alumbra nuestra época. Todo su pensamiento se nutre de la fe; y esa fe le transmite un emocionante "ardor por la verdad" que se contagia a cualquier asunto que trate. Naturalmente, tal ardor le reportó innumerables enemigos...

--En la edición que ha preparado (Cómo sobrevivir intelectualmente al siglo XXI) destacan las críticas de Castellani a filósofos y escritores que se consideran intocables: Sartre, Joyce, Nietzsche. ¿Encontrará el lector en esta obra pautas para definir una visión católica de la cultura?

--Juan Manuel de Prada: Indudablemente. Una visión que encandilará a cualquier lector que no tenga la visión lastrada por las anteojeras de los prejuicios. Tanto en los autores que defiende -Chesterton, Belloc, Bloy, Wodehouse, etc.- como en los que denuesta (que incluyen también, por cierto, a muchos santones de l! as letras españolas) subyace una radical y subversiva "apuesta alternativa" por otra cultura posible. Se trata de la cultura que el Matrix progre ha decidido ocultar, para imponer hegemónicamente la suya. Y esa propuesta alternativa no puede ser sino católica; porque, en contra de lo que algunos creen, la única alternativa cultural posible a la cochambre que hoy nos invade no es ideológica, sino religiosa. Religiosa, al menos, en sus fundamentos; otra cosa es que, por cálculo estratégico, esa apuesta deba usar la acción política, como el propio Castellani defiende en un artículo titulado "Primero política", que he recogido en este volumen.

--Leo en uno de los artículos: "El sacerdote debe odiar el fariseísmo en todos sus grados; es el primer deber de su ministerio celar la pureza de la virtud de la religión". ¿Fue éste ! el gran empeño vital de Castellani?

--Juan Manuel de Prada: Fue, sin duda, uno de sus grandes empeños. Castellani fue víctima del fariseísmo; y sabe que el fariseísmo corrompe el corazón de la fe, vaciándolo de su sustento. Castellani nos recuerda que, entre los cimientos de la predicación de Jesucristo se hallan, junto a las ocho Bienaventuranzas, las siete Maldiciones que lanzó contra los fariseos. Casi todos los males que afligen hoy a la Iglesia, como los que la afligían mientras él vivió, tienen su raíz en el fariseísmo. Castellani lo intuyó genialmente, anticipándose en varias décadas a los que iba a ocurrir tras el Concilio Vaticano II. Lo que Péguy llamaba "conversión de la mística en política" -esto es, el fariseísmo- fue lo que descompuso a las órdenes religiosas en los años postconciliares: pensaron que la consecución de la justicia en la tierra podía anteponerse a la predicación del Evangelio. Y esta sustitución de la religión por la ideología -de izquierdas o de derechas- es un peligro que subsiste hoy.

--Usted ha destacado en alguna ocasión la pobreza del autor. ¿Cómo fue su vida en ese sentido, como escritor?

--Juan Manuel de Prada: Castellani no se casó con nadie, y esto, naturalmente, se paga. Además, se mantuvo firme en su ortodoxia, que como nos enseñó Chesterton es la única forma de heterodoxia que nuestra época no admite. Castellani dijo en alguna ocasión que si hubiese sido un "jesuita heterodoxo" habría sido honrado con todo tipo de distinciones. Pero se mantuvo fiel a sus convicciones, se mantuvo encadenado a la Verdad, y esto lo obligó a vivir siempre en la est! rechez --si no penuria-- económica. En vida apenas obtuvo reconocimientos, ni durante los mandatos de Perón ni con la dictadura de Videla. Y, tras su muerte, la izquierda triunfadora en lo político y en lo cultural se ha esforzado por acallar su inmenso legado. En el prólogo de este libro refiero una anécdota que resume el carácter de este gran escritor. En 1974, Videla invita a almorzar a la Casa Rosada a Borges, Sábato y el propio Castellani. Durante la comida, el único que reclama clemencia para los detenidos e intercede por el escritor Haroldo Conti es Castellani, mientras Borges y Sábato callan; al salir de la Casa Rosada, Borges y Sábato se deshacen en elogios de Videla... mientras Castellani se marcha a su casa, sin decir palabra a los periodistas. Hoy Borges y Sábato son autores consagrados; Castellani ha sido condenado a las tinieblas exteriores. Quien tenga oídos para oír...

--¿Qué futuro le augura ahora que por fin rompe en España la barrera del silencio?

--Juan Manuel de Prada: Quiero pensar que Castellani será un revulsivo intelectual para los lectores que se asomen a las páginas de este libro. Y que a la publicación deCómo sobrevivir intelectualmente al siglo XXI se sucedan otras ediciones de su obra. Creo que Castellani puede convertirse en uno de los grandes referentes para el lector católico inconforme con la alfalfa que le sirve el Matrix progre... y en general para todo lector que no se halle cómodo en un mundo en el que, bajo los ropajes de la sacrosanta democracia, triunfa la más feroz tiranía de pensamiento que vieron los siglos. A todos ellos va dedicada la edición de este libro.

Más información sobre el libro en www.libroslibres.com






Fuente: Panorama Católico Internacional


martes, 18 de noviembre de 2008

Poesía



QUIJOTISMO

Pues todo aquel que vive sin locura
es menos cuerdo que lo que él se piensa
y pues princesa prometida inmensa-
mente es mejor que esclava bien segura.

Pues la llaga de amor nunca se cura
sino más honda haciendola y extensa
con la renuncia de la recompensa
y el tomar por presencia la figura.

A fuer de don Ignacio y san Quijote
dejando el viejo pajaro-en-mano
scogí los cien pajaros en vuelo

y se me puede ver al estricote
pisoteando de la tierra el guano
que es mi manera de mirar al cielo.


L. Castellani, 8 de mayo de 1943
"El Libro de las Oraciones"

domingo, 16 de noviembre de 2008

Aniversario


109 años del nacimiento de Leonardo Castellani.

1899 - 16 de noviembre - 2008


Parábolas del Sepulcro y de las Víboras

El llamado "elenco contra fariseos", donde se halla la semejanza del sepulcro y las víboras, fue proferido dos veces, como se ve claro cotejando los lugares paralelos de Mateo XXIII y Lucas XI: la primera proferición, en una comida donde había fariseos presentes, es mansa, no contiene la contumelia directa de "hipócritas" aunque sí la de "bobos" (stulti), no termina con la amenaza del infierno, y es más bien un "argumento" (como dicen los ingleses) y una prevención. La segunda es el "élenjos" más terrible que se ha pronunciado en este mundo: es una maldición y una sentencia de muerte.

La primera fue proferida más o menos en la mitad de la vida pública, la segunda el Martes de Pasión, ante la muerte; una en una comida privada, la otra ante el pueblo y los discípulos, quizás en el Templo; la una provocó simplemente una mayor obsesión de entramparlo con preguntas capciosas, la otra, la decisión de apresurar el asesinato legal; la una terminó en avisos a sus discípulos acerca de la persecución, la segunda, en sentencia de muerte para Jerusalén y sus Jefes (muerte eterna), envuelta en profunda tristeza, con una profecía esjatológica. Los lectores superficiales y también los exégetas antiguos las identifican o acoyuntan, y eso hoy día induce a grave error. Finalmente, en la segunda y más terrible, no hay réplica alguna y en la primera, un Escriba interrumpe para decir: "Maestro, nos estás haciendo contumelia."

Hay que responder a este Escriba (Cristo no respondió, prosiguió simplemente su requisitoria) porque de ella viene el grave error actual, expresado por muchos escritores, que enunciaremos así: "Cristo insultó a los fariseos, ¿qué mucho que ellos lo quisieran mal?" El clérigo protestante y Profesor de Escritura Rvdo. George Herbert Box M.A. nada menos que en la acreditada Enciclopedia Británica (artículo Pharisee) lo trae en forma pulcra: describe a los fariseos como gente honorable, muy piadosa, rígida en moral, un poco estrecha y antipática pero honrada (más o menos como los "victorianos" ingleses a quienes los asimila), que al fin cumplían con su deber al "investigar" a Cristo y celar la Ley de Moisés; de donde Cristo viene a quedar como una especie de demagogo anárquico, perturbador de la moral común.

El filósofo Santayana en un libro nada feliz (sobre un tema para el cual no tiene bastante preparación) La Idea de Cristo en los Evangelios, que han editado aquí como tantos otros bodrios, dice con candidez que: al fin y al cabo nada le hablan hecho a Cristo (pág. 139), ¿por qué se irrita ÉI "sin que parezca que ellos hayan hecho nada para provocarlo" (sic), si al fin y al cabo no había esperanza de cambiarlos? Más allá van WeIlhausen y el "célebre" santón protestante Albert Schweitzer, que se extrañan de que la policía lo haya aguantado tanto tiempo (cinco semanas según él) a Cristo; y en el fondo, por ende aprueban (nefandum dictu) su asesinato legal. Algunos católicos, como Daniel-Rops (Jésus en son Temps, Fayard, 1949), tienden a atenuar y disculpar al fariseísmo, recordando a Hillel y Gamaliel, excelentes personas; y San Pablo, Nicodemos, José de Aritmatea, santos; olvidando que si fueron santos, fue porque "se dieron vuelta" a odiar al fariseísmo. No digamos nada de Sholem Asch (El Nazareno) y Ludwig (Vida de jesús), para los cuales los fariseos son lo mejor de lo mejor del mundo; y Cristo amigo de ellos ¡y fariseo también!

Cristo no comenzó su carrera insultando a los fariseos ni a nadie, como ni tampoco Juan Bautista: terminaron ambos por la imprecación, probado primero inútilmente todo lo demás. Cristo hubiese podido lícitamente comenzar por la maldición, pues allí había llegado ya Juan el Precursor, cuya prédica Él continuaba; pero no lo hizo. Volvió a fojas uno; aceptaba las invitaciones a comer de los fariseos y respondía a sus preguntas, mansamente al principio, aun cuando esas invitaciones no significaran hospitalidad, ni siquiera curiosidad, sino (después se vio) trampas odiosas. No predicó contra su ociosa casuística, sino cuando ella escombraba la Ley de Dios. Cumplió incluso sus necios mandatos, mientras no fueran contra la misericordia y la justicia o el sentido común. No los desacreditó públicamente como sacerdotes o como "catedráticos", mientras leían la Ley de Moisés: "Haced pues todo lo que os dijeren...", lo cual era difícil, porque el ejemplo de ellos era al revés y "exempla trahunt, verba dictant." El "mansísimo" Jesús fue mansísimo incluso en este tremendo "élenjos" que estamos considerando, créase o no.

"Élenjos" llamaban los griegos a la parte de la oración jurídica en que el fiscal precisa los cargos y da las pruebas; o sea, en lenguaje moderno, la "requisitoria". Cumplió Cristo con su misión; hizo, con tristeza aquí, su deber. Su requisitoria enumeró en ocho acápites los hechos que eran públicos; definidos, juzgados y valorados con dureza y diafanidad de cristal de roca. La expresión "sepulcros blanqueados" es hoy término del lenguaje común del mundo entero, a causa de su certeridad. Las ocho acusaciones de Cristo, que definen para in aeternum un tipo, son menos violentas aunque no menos graves que las otras coincidentes que nos trae la literatura rabínica de ese tiempo; como la clasificación de los Siete Fariseos que hace el Talmud (Sotah, 22 b, Bar.), la maldición a las "familias sacerdotales" indignas, del Menahoth, XIII, 21, o las incriminaciones a los Altos Sacerdotes de Flavio Josefo en Antigüedades Judaicas, XXI, 179.

Los fariseos traían a la mente de Cristo imágenes de muerte: sepulcros y víboras. ¿Qué mucho, si estaba ya condenado irremediablemente por ellos a muerte y viperinamente calumniado? Nadie lo podía ya sustraer a la muerte, ni su Padre mismo, oso decir. Contesta aquí con otra sentencia de muerte a la suya ya fijada; y hace con sus asesinos, anticipándoles su futuro, la última posible (inútil) obra de misericordia.

Cristo NO "tiene dos estilos", como cree Santayana Jorge. Lo mismo que la imagen que Él nos trazó de su Padre (en realidad, Él fue por excelencia la imagen terrestre del Padre), Cristo es el mismo cuando increpa y cuando perdona, igual que la figura de Dios que Él nos diseñó, por un lado Padre magnánimo y buen pastor, y por otro lado sultán absoluto e irritable, no son sino las dos faces de la misericordia y la justicia de Dios, ambas inmensurables a medidas humanas, que no hacen sino una sola cara, la cara de Dios, la cual de suyo es inefable, y sólo se puede expresar humanamente así, con dos exageraciones que se equilibran. Cuando Cristo tenía que hacer de juez, hizo de juez sin dejar de ser el buen pastor, que da la vida por sus ovejas. La persona que sabía que un día habría de juzgar a esos hombres ciegos y condenarlos ¿es mucho que les gritara, cuando aún estaban a tiempo de salvarse? Fue ese griterío el último instrumento de salvación: el martillo para los corazones hechos piedra. Dadme un padre recto y justo, y comprenderá lo que digo. Mas un padre que increpa a su hijo que ya ve perdido, hasta lo último, suele generalmente conseguir su causa; aquí nones. Un padre romano, es decir, no argentino: un varón bueno como Lucius Brutus, quien, llorando, tuvo que condenar a muerte a un hijo.

La prueba es que la imprecación de los ochos "Vae" (que propiamente en griego "ouaí" no expresan ira sino más bien tristeza) se resuelve en ternísima tristeza: 'Jerusalén, Jerusalén, ¡cuántas veces quise cobijar a tus hijos como la gallina bajo sus alas a sus pollitos, y no quisiste!" Sigue la sentencia porque darla es el deber de Cristo: infierno para los malévolos y empedernidos asesinos -no tanto y no sólo de Su cuerpo y el de los Profetas "que yo os enviaré", sino sobre todo asesinos de las almas, de sus "ovejas" -y la ruina para Jerusalén. Pero no podía detenerse allí Cristo; y añade a la sentencia del juez la promesa del Padre, la única que podía hacer, la lejana promesa y profecía de la conversión parusíaca de los judíos; algún día, perdido allí en las brumas de lo desconocido. Matadme, pues, para llenar la medida de vuestros padres y desbordarla, oh herederos de Caín y de todos los matadores de justos y profetas...

Os aseguro que "ya no me veréis más hasta el día en que digáis: 'Bendito el que viene en nombre del Señor." Así termina el "elenco contra fariseos".

¿Quería decir su entrada triunfal en Jerusalén el Domingo de Ramos? No, eso había pasado ya; y los que dijeron "Bendito el que viene en el Nombre" no fueron los deicidas, sino los Discípulos, el pueblo chico, los niños. Se refería a la conversión de los judíos en el fin del mundo. Aludía al Domingo pasado, sí; haciendo a ese efímero reconocimiento del Hijo de David por una mínima Jerusalén, figura y "typo" del futuro reconocimiento total y definitivo. Su corazón fue a descansar allá, no teniendo ya en otra parte "donde reclinar la cabeza" -pero terminó con una bendición. Porque aunque la Justicia y la Misericordia de Dios son infinitas, la Misericordia es mayor -dice Santo Tomás: que yo no sé cómo puede ser. Que lo explique otro.

He hablado mucho en "El Evangelio de Jesucristo" del fariseísmo y los fariseos: y es demasiado poco. Dije allí que los fariseos eran malísimos, y eso hay que decir, y lo dijo al máximo Cristo; que el fariseísmo es el famoso pecado contra el Espíritu Santo, "que no tiene perdón ni en esta ni en la otra vida"; y que toda la vida de Cristo se puede resumir en esta palabra: "luchó contra el fariseísmo", pues, en efecto, ésa fue la "empresa" de Jesucristo como hombre, desde su nacimiento a su muerte, así como todas sus acciones de "reformador religioso" incluso milagros, profecías y fundación de la Iglesia; y ella llena el Evangelio, de modo que se podría escribir un libro, que no se ha escrito; y se debería escribir, habiendo hoy día un repunte del fariseísmo; el cual es eterno más que los imperios y las pirámides de Egipto. Diré también ahora que "la abominación de la desolación en el lugar donde no debe estar" es también el fariseísmo. Y dirán que es manía. Y no lo es.

Sobre esta palabra de Daniel repetida por Cristo, qué significa en concreto, se dividen desesperadamente los exégetas. Es un modismo hebreo que dice "el colmo del desastre", o "el colmo de los colmos", que decimos nosotros. Opinamos que esa "abominación" que Cristo dio como señal de huir de Jerusalén y de la Sinagoga, es la misma muerte injusta y sacrílega de Cristo patrada por la "Religión (por los hombres oficialmente religiosos) de Israel" siguiendo en esto que diré una leve y vaga indicación de Maldonado. Todas las diversas opiniones de los Santos Padres, caen a prima consideración; por ejemplo: "Fue el entrar el ejército romano en la ciudad santa" (Orígenes): ya no había entonces lugar de huir. "Fueron las águilas romanas, que eran ídolos, en el Templo de Jerusalén": lo mismo. Y más. 'Fue la estatua de Adriano colocada en el Templo" (San Jerónimo): fue colocada después de la destrucción del Templo. "Fue el retrato del César que Pilatos introdujo en el Templo" (íd.). No lo introdujo sino en la ciudad, de noche y clandestinamente ... "Fue la sedición de los Zelotes en el tiempo de Floro, los cuales profanaron el Templo..." "Fue el mismo cerco de Jerusalén por las Legiones..." (San Agustín). Dejo otras por no aburrir. Ninguna tienen atadero con el ser un "signo" de dejar la ciudad deicida, y "huir a las montañas", pues no quedaba lugar ya de "huir a las montañas". ¿Qué más abominación de la desolación que el Monte Calvario, el cuerpo desangrado del justo de los Justos colgado de tres clavos; y el rasgón del velo del Tabernáculo , acontecido milagrosamente al mismo tiempo? Cuenta el judío Josefo que al quedar eventrado el Tabernáculo, como cosa que ya no contenía a Dios ni a nada, se oyeron en el Templo voces aéreas que decían: "Huid, huid, salgamos de aquí". No. La abominación máxima y bien patente fue el fariseísmo deicida. Y la señal perspicua fue el partirse en dos el velo del Santísimo al fenecer Cristo, símbolo portentoso del acabamiento de la Sinagoga como casa de Dios.

Me dirán que eso no fue "señal" de fuga de Jerusalén por los neófitos. Pues sí señor lo fue. Empezaron a desfilar (a filer doux, como dice el francés) desde la Crucifixión, empezando por los Apóstoles, exceptuando Santiago el Mayor, Obispo de Jerusalén. Instarás: pero la fuga en masa de los cristianos a la aldea montañosa de Pella en la Transjordania ¿no fue unos 30 años después de la Crucifixión? Concedo; pero para esa fuga última y urgente, Cristo dio otra señal: "Cuando veáis la ciudad sitiada aunque no del todo""; y eso entendieron bien los neófitos. Pues el primer sitio de Jerusalén por Vespasiano fue flojo y daba lugar a huir; el segundo, seis meses después por Tito (nombrado su padre Emperador de Roma), fue cerradísimo, incluso por una enorme muralla, el Romanum Vallum, contra el cual se estrellaban los míseros fugitivos y eran reenviados a la urbe "condenada por Dios" (palabras del Príncipe Tito), las mujeres con las manos o los pechos amputados, los varones eventrados para buscar oro o joyas, tragados para ocultarlos -es decir, cadáveres, si hemos de creer al historiador Josefo. Todos los otros "signos" de los Santos Padres -poco o nada cuidadosos de las fechas- acontecieron después del cerco de Tito: cuando ya no había caso de huir.

Y esta opinión o presunción mía (que no doy sin pruebas) se confirma con el hecho de que este "signo" de la desolación abominable, serálo también del fin del mundo, pues al fin del mundo lo aplica Daniel; y también Cristo, como "antitypo". A los dos finales debe pues convenir el signo, a los dos desastres, al typo y al antitypo; y San Pablo cuando habla del Anticristo, da como señal el sacrilegio religioso, y no otra cosa: "Se sentará en el Templo de Dios haciéndose dios", es decir, se apoderará de la religión para sus fines, como habían hecho los fariseos; en forma aún más nefanda el Anticristo. Interpretación de la "abominación" por San Pablo.

Si creemos a San Pablo y a Cristo (que en los últimos tiempos habrá una "gran apostasía" y que no habrá ya [casi] fe en la tierra, sólo el fariseísmo es capaz de producir ese fenómeno. Cuando los judíos digan: "Bendito sea el que viene en el Nombre", será cuando los cristianos hayamos flaqueado y decaído, cuando "el Devastador esté a su vez devastado", dice Daniel; cuando Roma, el Orden Romano haya desaparecido, como a osadas está hoy desapareciendo. Sólo el fariseísmo puede devastar a la Iglesia por dentro; sin lo cual ninguna persecución externa le haría mella, como vemos por su historia, pues "la sangre de los mártires es semilla de cristianos." Si la Iglesia está pura y limpia, es hermosa, y atrae, no repele: atrae prodigiosamente, como se vio ya en su asombrosa propagación entre dificultades sin cuento, muertes y martirios.

Me detengo un momento para resollar: tengo miedo...

Solamente cuando la Iglesia tenga la apariencia de un sepulcro blanqueado, y los que mandan en ella tengan la apariencia de víboras, y lo sean, el mundo entero se asqueará de Ella y serán poquísimos los que puedan mantener no obstante su fe firme, un puñado heroico de "escogidos" que "si no se abreviara el tiempo, ni ellos resistirían."'-' Entonces se producirá "el gran receso" y a causa de él, "el Hombre de Pecado, el Hijo de la Perdición" tendrá cancha para hacer su satánica voluntad en el mundo -por muy poco tiempo.

Con todas las promesas divinas encima (hay que decirlo):

Si la Iglesia no practica la honradez, está perdida;

Si la Iglesia atropella la persona humana, está perdida;

Si la Iglesia suplanta con la Ley, la norma, la rutina, la juridicidad y la "política"... a la Justicia y a la Caridad, está lista.

Porque entonces entrará en ella "la abominación de la desolación en el lugar donde no debe estar" que predijo Daniel Profeta, es decir' el fariseísmo.

Por culpa del fariseísmo -"sepulcro que no se ve, por lo cual los hombres caminando lo tocan y se manchan" (Lucas 11, 44) según la Ley de Moisés (Números 19, 16: mancha legal "si alguien tocara un muerto... o un sepulcro, quedará inmundo por siete días"), por lo cual los judíos "blanqueaban" los sepulcros un mes antes de Pascua -las Puertas del Infierno CASI prevalecerán contra Ella, y sobre ese CASI de desesperación, volverá Cristo.

Velad, pues. Y no toquéis los sepulcros ni las víboras.




Nota:

+ Del libro "Las Parábolas de Cristo"

+ Incluido como Apéndice II en "Cristo y los Fariseos"


Tomado del Blog del Tercio San Carlos
http://terciosancarlos.blogspot.com

sábado, 15 de noviembre de 2008

Breve biografía


P. Leonardo Castellani


1. Formación (1899-1935)

Leonardo Luis Castellani Contepomi nace en Reconquista, (Santa Fe, Argentina) el 16 de noviembre de 1899. Pierde a su padre -periodista y maestro librepensador- en la niñez, muerto en una reyerta política; también pierde en su niñez el ojo izquierdo, que será reemplazado por uno de vidrio. Termina el bachillerato en Santa Fe, y en 1918 ingresa al noviciado jesuita de Córdoba. Estudia letras, filosofía y teología en Santa Fe, luego en Buenos Aires y comienza a escribir (Camperas). Vistas sus grandes dotes intelectuales, es enviado en 1929 a Europa a proseguir sus estudios.

Es ordenado sacerdote (1931), y estudia Filosofía y Teología en la Gregoriana de Roma, Después estudia Psicología en la Sorbona de París. Tras unos meses en Alemania, en 1935 vuelve a Argentina.

2. Primera época (1935-1946)

Desde su regreso a Europa y hasta 1946 trabaja en docencia y periodismo ; escribe más de 12 libros y traduce la primera parte de la Suma Teológica de Santo Tomás. De esta época son los cuentos reunidos en 'Historias del Norte Bravo', 'Martita ofelia y otros cuentos de fantasmas', 'Las muertes del Padre Metri'; ensayos y artículos reunidos en 'Las canciones de Militis', 'Crítica literaria', 'El nuevo gobierno de Sancho'. Participa activamente en revistas y diarios (Criterio, La Nacion, Cabildo, Tribuna) e incursiona en política, llegando a ser incluido en la lista de diputados del partido nacionalista en 1946. Estas actividades y sus actitudes críticas hacia la educación y las estructuras sociales, políticas y religiosas comienzan a ocasionarle enemigos y dificultades.

3. La crisis: Manresa (1946-1949)

Sus superiores religiosos lo presionan para que abandone la Compañía de Jesús (la orden jesuita); se niega, y las sanciones y presiones van en aumento. Viaja a Europa para intentar aclarar su situación, sin éxito. Es recluido en Manresa (España) durante dos años, mientras su salud física y psíquica se derrumba. Al borde de una neurosis y en medio de una aguda crisis espiritual, consigue huir y vuelve en 1949 a Buenos Aires. Es entonces expulsado de la Compañía y suspendido como sacerdote.

Tiene entonces 50 años, su salud decaída, el alma lastimada en lo más profundo, difamado, con su carrera intelectual tronchada y sin medios de vida.

4. Segunda etapa (1950-1969)

Es acogido por el obispo de Salta, donde vive entre 1950 y 1951, enseñando y escribiendo. Vuelve en 1952 a Bs As, y dicta cursos de filosofía y conferencias varias. El período más difícil de su vida ha pasado, y aunque las heridas no cerrarán nunca, comienza a ordenar sus papeles e inicia una nueva etapa en su producción intelectual, que se revelará aún más productiva y profunda que la primera.

En este tiempo escribe 'El apocalipsis de San Juan', 'Cristo vuelve o no vuelve?', 'El ruiseñor fusilado/El místico' , 'Los papeles de Benjamín Benavídez', 'El evangelio de Jesucristo', 'Las parábolas de Cristo', 'Su majestad Dulcinea'...

En 1966 se le restituye el ministerio sacerdotal. En 1967 funda la revista Jauja, que dirige hasta su cierre, en 1969.

5. El ocaso (1969-1981)

El fin de la revista Jauja coincide con el fin de una década en que mueren otras esperanza;: han pasado el mayo francés, la primavera de Praga, el Concilio Vaticano II y la llegada del hombre a la luna... Castellani, sin dejar de ser un referente entre los sectores más tradicionales del catolicismo, y una figura destacada del nacionalismo argentino, se aparta cada vez más de la actividad política y, en general, de la sociedad. Volcado a su interioridad religiosa, su actividad se limita a escribir libros y dar conferencias. Profesa una gran devoción por el filósofo luterano Soren Kierkegaard, a quien dedica 'De Kierkegord a Tomas de Aquino', uno de los principales libros de la última etapa de su vida.

Muere el 15 de marzo de 1981 en Buenos Aires.



Fuente: http://hjg.com.ar